jueves, 7 de marzo de 2024

En el año del Dragón

 

In memoriam Akira Toriyama

 

El otro día, al salir de clases, una alumna me preguntó por qué el dragón se repetía tanto en todas las mitologías y por qué el europeo —importante quedarse con el gentilicio—, ese que parece un reptil al que le han agregado alas de murciélago, era tan diferente de todos los demás. Como me considero un experto en mitología, esa pregunta detonó en mí algo de extrañeza. Me di cuenta desde dónde preguntaba ella y noté que el alienado era yo.

Nací al final de la década de los 80 y mi consumo popular había ido de la mano de obras derivadas de Dungeons and Dragons —hasta en el nombre, ¿verdad?— y otros hitos del frikismo noventero. Desde esta perspectiva, resultaba ser que yo conocía más bien un tipo de dragón específico y me sentía cómodo con ello. Esto, ha ido cambiando de tanto en tanto mostrándome deconstrucciones necesarias para mí y muchos de mi generación. Y es que, en mi juventud, al dragón europeo sólo se le llamaba “dragón”: no necesitaba ningún epíteto. Un dragón debía ser así, era la representación obligada, era el arquetipo de dragón. Curioso que iban de la mano de nuestra creencia en aquel entonces sobre los dinosaurios: escamas, colmillos; nada que ver con plumas, ni todo esto que hemos descubierto a los albores de seis películas de Jurassic Park.

 


Ilustración 1.Shen Long. Personaje creado por AkiraToriyama

 

Volvamos en el tiempo y pensemos: antes cualquier cosa que no entrara en el referéndum de un dragón europeo debía señalarse como una variante atípica de este ser mitológico. Y quedémonos en este adjetivo: resulta hasta obvio que, si vivimos en una sociedad eurocéntrica, pensaremos únicamente en dragones europeos. Para cotejarlo sólo basta revisar los únicos archivos que una persona promedio de los 80 revisaría: enciclopedias familiares que eran refritos de la famosa Encyclopedie francesa.

Recordando el Manual de zoología fantástica de Jorge Luis Borges, realizado a la par de Margarita Guerrero: el dragón es la mezcla del ave y la serpiente, llevando lo místico a los terrenos superiores del cielo. Esta afirmación, dada por el escritor argentino, resulta útil desde su premisa de que todos los animales de la zoología fantástica son la mezcla de dos o más animales. Existe entonces un carácter simbólico detrás de qué se une con cuál. En el caso de los humanos, con qué animal se han fusionado para generar esos entes mitológicos como la sirena, la arpía, el centauro y demás, ¿o qué les hace falta a ciertos seres para que estén semiológicamente propuestos como un posible monstruo del folklore?


Ilustración 2. Carta “Polimerization” del juego Yu-Gi-Oh! (Studio Dice, 2020)

 

Desde esta perspectiva, en la que se unen lo terreno y aéreo en este ser, podríamos entender el gusto por colocar a Quetzalcóatl como un posible dragón y no una deidad como lo es. China tiene una versión de su dragón muy similar a Quetzalcóatl; aunque la cara de león del Long, atiende más su carácter como ser elemental más que como deidad. En China, los dragones son un símbolo directo de la meteorología, los portadores de tormentas y huracanes. Puede resultar curioso que, en otros puntos del planeta, el perfil meteorológico no se le atribuye a los dragones; sino que son simplemente entidades malignas. En Asia, los dragones no son malos, son entidades que pueden crear o destruir: son la naturaleza misma. Sí son parte del ying (el lado negativo del taoísmo), pero si se recuerda esa imagen: incluso el mal puede tener algo de positivo al final: como una lluvia torrencial puede recuperar a las familias de una temporada de sequía.

Pongámonos a pensar en culturas dicotómicas donde existen la maldad y la bondad totales. Para el catolicismo, San Jorge fue beatificado gracias a que asesinó al último dragón existente. Una contradicción un poco extraña porque la existencia de la santidad de San Jorge está vinculada con la existencia de los dragones. Incluso tiene un día dedicado a su figura que ha trascendido del mero santoral y ahora se celebra a la par del Día Internacional del Libro y de Derechos de Autor: atípica concordancia donde un ser de fantasía se vincula con Cervantes y Shakespeare. ¡Bonita farsa literaria!

Si reflexionamos qué significa ser un dragón, podemos dirigir la mirada a la cultura popular: llámense videojuegos, anime o cómics. Cada una de estas manifestaciones de contracultura tiene una versión extraña y distinta de lo que podría ser un dragón. Gracias al arte steampunk, nos hemos dado cuenta de que existen mechadragones o tecnodragones los cuales, como su nombre lo indica, tienen algún aparato tecnológico que les permite existir o que son constructos con la forma de dragones. Si nos ponemos a pensarlo bien: darle herramientas a un ser de por sí magnánimo, los colvería más peligrosos aún de lo que ya son.

 

Ilustración 3. “Steampunk Dragon In A Victorian City”, imagen generada por DALLE2, prompteo de Chainsaw3r

 

Aquí quisiera reflexionar en un ejemplo muy particular de la cultura: Pokémon. En esta saga de videojuegos, se introdujo desde su primera generación (1996) a los Pokémon tipo Dragón, habiendo sólo un Pokémon raro y sus tres evoluciones: Dratini, Dragonair y Dragonite. Reflexionemos, ¿Charizard no merecía salir más allá del tipo Fuego? Podría haber sido de varios tipos; pero el tipo Fuego-Volador se dio hasta los números 643, 776 y no fue hasta la Megaevolución X que se le concedió este honor.

Si nos quedamos en esta idea, existen demasiados Pokémon que no merecerían ese título porque realmente no parecen un dragón, pienso en Applin, una manzana con ojos que tiene el tipo dragón y que puede evolucionar en una manzana tipo Jack.on-a-box o en un pay de manzana dinosauriesco. Y a pesar de su origen mitológico del Ladón, y el jardín de las Hespérides, no le hace justicia al tipo Dragón-Planta. Pese a que su forma, y que respeta totalmente lo que se creía en aquellos años 90 de lo que se creía debía ser un dragón, a Charizard no se le concedió un pedestal entre los dragones: fue hasta 2013 que las Megaevoluciones le hicieron justicia; pero nuevamente… fue en 2013, año de la Serpiente.

 


Ilustración 4. Pokémon 840: Applin

 

Pero, entonces, volvemos a la pregunta original de mi alumna y me arriesgo a dar una nueva pregunta a modo de respuesta: ¿Qué vuelve a un dragón, un dragón? Podemos ver la perspectiva mitológica, la de Borges, simbólica, la que nos da la cultura popular, o ignorar todas las buenas costumbres críticas y literarias y hacer que una cucaracha tenga los atributos del tipo dragón.

Todos tenemos una perspectiva distinta sobre la vida, el arte y las características propias de los seres mágicos o mitológicos; de hecho, ¿no es este uno de los rasgos más importantes del arte y la deconstrucción? Pero aquí, a punto de acabar este ensayo, miro al pasado y observo tanta burla y discriminación que se le ha hecho a Charizard por parecer un dragón y no serlo. Reflexiono cuántas personas que no se identifican con su cuerpo piden ser llamadas de otra manera para poder hacer una justicia social y me pongo a pensar, es 2024, año chino del dragón, y lo digo: ¿Qué le costaba a Game Freak darle este reconocimiento antes? Pero más me duele, que en este año del dragón, muriera Akira Toriyama, quien nos echó un balde de agua fría a todos aquellos que crecimos pensando en que los dragones tenían alas y nos demostró que Shen Long estaba entre aquellos a los que debíamos llamar “dragones” sin ponerle ningún epíteto.

 


Ilustración 5. Meme de Redit (https://www.reddit.com/r/MandJTV/comments/y53p4c/charizard_can_finally_become_a_dragon/)













jueves, 29 de febrero de 2024

Misterios de lo aún no escrito

 


Hola a todos. Tanto tiempo. Les comparto para que vayan conociendo el proyecto más reciente que tengo: una audionovela a modo de programa de radio: "Misterios de lo aún no escrito".

miércoles, 8 de noviembre de 2023

Sinfonía grotesca de una Norteamérica enfermiza: reseña de Julien Donkey-Boy

Noé Adrián Díaz Hernández Hernández
Escuela Preparatoria N.º 8 (UdeG

         Julien Donkey-Boy es una película de ficción escrita y dirigida por Harmony Korine estrenada en 1999. La cinta trata de Julien, un joven esquizofrénico y huérfano de madre, y su familia disfuncional, la cual resulta una amenaza constante para él. Julien Donkey-Boy, además de haber sido presentada en el Festival de Venecia, fue el sexto filme realizado bajo las reglas del Dogme 95 y el primero en ser realizado fuera de Europa en aplicar las reglas de este.
         Harmony Korine es un director de cine y guionista que cuenta ya con 28 años de experiencia en la industria. Desde su debut como guionista en Kids (1995) de Larry Clark, continuó construyendo su filmografía independientemente con su ópera prima, Gummo (1997), para posteriormente continuar entregando cintas como Mister Lonely (2007), Trash Humpers (2009) y Spring Breakers (2012). Estos largometrajes tuvieron relevancia en festivales por su estilo tan excesivo e inusual, influenciado por la cultura del skate de los noventas de la que formó parte en su momento, y de la que sigue siendo uno de los mayores exponentes.
         Dentro de los mundos que crea Korine, habitan personajes perdidos en sí mismos y en un ambiente hostil, que casi siempre condena su existencia a la vagancia. Los personajes del largometraje son un retrato crudo y grotesco de la sociedad norteamericana de clase baja, los individuos marginados del sistema. Claro es el ejemplo del protagonista, Julien, quien padece esquizofrenia, y asiste con frecuencia a grupos en los que se le ofrece una deficiente ayuda para convivir y desarrollarse correctamente en la sociedad. Julien es constantemente tachado de desagradable por su misma comunidad y familia, especialmente por su padre, quien es un hombre de mediana edad que padece depresión y se automedica. El único miembro de la familia que apoya e intenta escuchar al protagonista es su hermana, la cual está embarazada de un hombre del que nunca ha vuelto a saber y, sin embargo, ha decidido tener al bebé.
         El condado en donde sucede la cinta nunca se menciona, pero posee características de aquellos lugares en donde normalmente residen las personas despectivamente conocidas como “white trash”, familias de clase baja socialmente marginadas. Esto es expuesto dentro de la cinta a través de los espacios en los que Julien se mueve y desenvuelve. Suciedad, vulgaridad y caos, son lo que rodean la vida del protagonista, en las calles, en su casa, en el autobús, en las tiendas, e incluso en el hospital psiquiátrico al que asiste. Un retrato atemporal de la realidad norteamericana, aquella que es ignorada, y hasta cierto punto censurada, por el sistema.
         Al tratarse de un filme realizado en base a las reglas del Dogme 95, este cuenta con un estilo visual crudo y alejado de lo que hoy se conoce como “cinematográfico”. Cine en su forma más natural, sin iluminación artificial, una cámara, un micrófono y nada de efectos especiales. Esto mismo impregna de un realismo desmedido a la cinta, haciendo parecer que el director, Harmony Korine, genuinamente contrató a una persona con esquizofrenia para interpretar al protagonista, o que la familia ficticia que retrata es completamente real y él solamente colocó una cámara en su sala para ser espectador de su vida, sus dinámicas y sus tragedias dentro de su burbuja de peculiaridad.
La edición de una cinta es siempre una pieza fundamental para la comprensión completa de la historia que se plantea, es decir que funciona también como pilar narrativo. Con una gran cantidad de cortes a lo largo de los 95 minutos de metraje, se introduce al espectador al mundo bizarro del protagonista y lo fuerza a vivir su experiencia metiéndose en sus zapatos. El frenetismo y orden de la escenas crea un ambiente que se percibe como caótico y extraño, al igual que la forma en la que los personajes se comportan y se relacionan con los demás. El hecho de que haya tantos cortes abruptos, los cuales muchas veces dejan diálogos o acciones incompletas, invita al espectador a cuestionarse si se trata de un error de postproducción o algo simbólico.
Julien Donkey-Boy es una obra cinematográfica que merece ser vista al menos una vez por todo aquel que se sienta atraído por el mundo del cine, o simplemente quiera ser espectador de algo diferente y original. Aparte de ser la mejor película realizada bajo los lineamientos del Dogme 95, es también una pieza que sorprendentemente termina exponiendo una realidad ignorada de Estados Unidos. Harmony Korine se atreve a exponer, en su manera más cruda y directa, los rincones oscuros y marginados de un país que se ha adueñado del término “primermundista”. Una cinta tan peculiar, tanto por su fondo y forma, que no necesita seguir ninguna regla, ni fórmula, rompiendo con todos los estándares establecidos ayer y hoy.




sábado, 2 de septiembre de 2023

Una poética de la maravilla épica: desarrollo histórico paraliterario

 Resumen:

La crítica literaria dicta cuáles textos deben incluirse en el canon y cuáles distanciar de la academia. Obras del talle de Patrick Rothfuss o Andrzej Sapkowski son una muestra de lo que Myrna Solotorevsky llama “paraliteratura”: ese tipo de discursos descartados de la “alta cultura” o de la “cultura letrada” relegados a productos culturales para el consumo popular.

Por medio de estrategias para estudiar la historia de la literatura proporcionadas por Eva Kushner en “Articulación histórica de la literatura” y J. Middleton Murry en El estilo literario, revisaremos el término de “maravilla épica” —categoría en desarrollo— el cual podría abrir una nueva rama de estudios literarios enfocados en las características específicas de estos relatos. En cierto modo, resulta más adecuada —por su etimología— que las de “Espada y hechicería”, “Espada y brujería” o “Fantasía heroica” usadas hasta el momento.

¿Cómo se involucran los juegos de rol? La ponencia también desarrollará los orígenes de este subgénero narrativo y lo mucho que le debe a la obra de Gary Gygax y Dave Arneson —con Dungeons and Dragons—, así como a la tradición discursiva provenientes de sus antecesores históricos y mitológicos: Poema de Mio Cid, Cantar de los Nibelungos, entre otros héroes —bajtinianos o arquetípicos— de la tradición oral. Así, todo esto confluirá en la obra de Robert E. Howard y J.R.R. Tolkien quienes abrirán en 1932 paso a la producción de maravilla épica conocida actualmente, incluyendo a R.A. Salvatore: narrador de historias desarrolladas dentro de las tierras de Faerûn del clásico Calabozos y dragones.

La conclusión del trabajo será una definición sucinta y coherente que pueda satisfacer la inexistencia de un término satisfactorio para la crítica literaria. Este trabajo proporcionará —entonces— una reflexión en torno al devenir histórico de las obras épico-maravillosas y la importancia de darle su lugar entre la literatura o los estudios paraliterarios.


Palabras clave 

Maravilla épica, Paraliteratura, Crítica literaria, Canon literario.




“Te encuentras en una cueva oscura. La luz de la antorcha permite observar mediocremente. A lo lejos, escuchas la respiración del dragón durmiendo sobre su tesoro y debes aproximarte lentamente para robarlo. Sabes que el hechizo de invisibilidad del warlock desaparecerá en cuestión de minutos; quieres creer que, si entras y sales rápido, podrás obtener la mítica espada que te pidieron buscar”.

Esta situación correspondería a una anécdota que podríamos clasificar de manera muy simple en narraciones de talle de “Espada y Hechicería” o de “Alta fantasía”. Incluso los libreros, las editoriales y algunos grupos de lectores, les llaman erróneamente “literatura fantástica”. Para este caso, trataremos de explicar el término de “maravilla épica”: una narración en prosa desarrollada en un mundo con reglas distintas al del lector y donde la magia y lo sobrenatural son aceptados como algo cotidiano; al mismo tiempo, el o los protagonistas cumplen un papel de viajantes en una confrontación moral llena de tareas difíciles y peripecias, generalmente para restaurar un orden roto en el tiempo del relato. El fin de la aventura concuerda con una recompensa física o moral para el héroe quien madura o evoluciona.

Desde el siglo xx, la maravilla épica fue replicada en diversas partes del mundo; aunque surgió en territorios angloparlantes. La primera novela de este tipo en la historia literaria es Conan el bárbaro, publicada en diciembre de 1932, The Phoenix on the Sword por Robert E. Howard. Él escribía sus relatos principalmente para la revista Weird Tales, misma publicación que permitió difundir la obra de H.P. Lovecraft. Desde esta perspectiva, debemos preguntarnos en torno a las tradiciones literarias.

Es curioso pensar esta revista dentro de la historia; Lovecraft —consagrado ya por el canon— empezó a escribir ahí. Myrna Solotorevsky diferencia la literatura —aquella validada por su alto contenido poético— de la paraliteratura, más próxima a los famosos textes de plaisir descritos por Roland Barthes y de una estructura identificable, sobre todo por sus constantes referencias a la situación de su tiempo. Esta referencialidad colocaba a la revista Weird Tales en lo marginal, para luego dejar entrar a Lovecraft en los círculos de la literatura. La “maravilla épica” tuvo sus inicios en este mundo paraliterario.

La saga de Conan relata las aventuras de un guerrero quien desde corta edad ha tenido contacto con lo bélico, el pillaje, la magia y la realeza. Estos elementos serán sumamente arquetípicos del llamado “bárbaro” de la maravilla épica. Cabría mencionar aquí que este tipo de relatos fueron bautizados en 1961 dentro de la misma revista por Michael Moorcock —otro autor de maravilla épica— como “Sword and Sorcery”, o “Espada y hechicería”.[1] Este término se le asignó a Conan y a la larga serie de hipotextos surgidos de ahí. Agreguemos cómo en 1932 emerge en Inglaterra El Hobbit, de J.R.R. Tolkien. Aquí se plasmaron otros presupuestos de la maravilla épica, y es justo un punto de confluencia de algo vital para esta literatura: los juegos de rol del tipo Calabozos y dragonesDungeons and Dragons en inglés—. Es en 1972 —40 años después de la primera publicación; pero sólo once de que Moorcock la bautizara como “Sword and Sorcery”— cuando Gary Gygax y Dave Arneson crean el primer sistema para un juego de mesa guiado por dados y matemáticas, utilizando razas y clases desarrolladas en historias como Conan y El señor de los anillos. Estos juegos mostraron personajes arquetípicos: bardos, paladines, guerreros, exploradores, ladrones, clérigos, hechiceros y magos; así como las razas típicas: enanos, elfos, medianos y gnomos. Todo esto proveniente del fuerte auge surgido en el mundo paraliterario gracias a los textos descritos anteriormente. En definitiva, existe una relación con la gran recepción de El Hobbit, e incluso su spin off en tres tomos: El señor de los anillos. En Estados Unidos pasó lo mismo con las sagas de Conan convertidas en doce ejemplares, en su mayoría publicados en Weird Tales y matizados poco a poco por el mundo editorial de esos tiempos.

Juegos como Calabozos y dragones dieron pie a escritores consagrados en esta paraliteratura como Margaret Weis y Tracy Hickman, quienes publicarían Las crónicas de la Dragonlance en 1984. Esta tiene toda la estructura que debe mostrarse en una historia de talle épico-maravilloso, pues posee los elementos descritos al inicio del capítulo: esto será una muestra y seña para muchísimos autores a partir de su éxito editorial.

Existe la idea de que nuestra vida cotidiana es aburrida y tediosa; el mismo J.R.R. Tolkien ya lo decía en sus historias colocadas desde el reino peligroso de Fantasía, un lugar donde el sentimiento de anhelo y magia ayudaba a la gente a olvidar la pastosa realidad que debemos enfrentar día a día. Esta paraliteratura retoma muchos de los elementos mencionados por Myrna Solotorevsky como una parte crucial del género: las estructuras psicológicas, la inclusión de mitos y de arquetipos; todo esto marinado con un lenguaje simple y disfrutable casi por cualquiera. De esta manera, mucho de lo visto en la maravilla épica responderá a prototipos que devienen desde el origen mismo de la literatura.

 

Los ancestros del género épico-maravilloso

Sin duda, debe aclararse el término “Espada y hechicería” o “Espada y brujería” atribuidos a este tipo de obras, también existe “Fantasía heroica”. Aquí surge un problema si nos preguntamos ¿qué acaso toda obra literaria no es una fantasía?  La cercanía con el concepto “ficción” podría causar confusión. Evidentemente este texto no pretende adentrarse en los complejos terrenos de lo que es la ficción, ya de eso se han encargado Roland Barthes, Paul Ricœur y Tzvetan Todorov; del mismo modo la fantasía ha sido analizada por muchos otros escritores. Desde este cariz, si un lector ingenuo llega a esta pregunta, podría ser que el término deba matizarse para entenderlo mejor. El campo metatextual será la clasificación y centro de atención para los aspectos maravillosos y épicos de la novela.

Partiendo de esto, parecería necesario cambiar los términos usados en esta paraliteratura, o, al menos, ser más específicos. La propuesta de que se llame a este género “maravilla” tiene su origen en denominaciones hechas por teóricos de lo fantástico: un mundo muy cercano al del cuento de hadas, donde el protagonista puede ver frente a él el prodigio de la zoolalia —el habla de los animales— sin sorpresa alguna. Del mismo modo, los caballos voladores, las brujas y hechiceras, o los objetos con poderes mágicos, se entienden como algo que quizá no sea tan cotidiano en la realidad del texto; pero con una existencia posible y verosímil. A diferencia de un texto fantástico donde hay un discurso de oposición de mundos, lo maravilloso abraza lo sobrenatural y termina aceptándolo por completo.

El relato maravilloso se sitúa desde un comienzo en un universo ficticio donde magos, genios y hadas moran sin causar un extrañamiento: el famoso sentimiento de lo fantástico dicho por Julio Cortázar, o “el juego con el miedo” de Caillois.

En aquellos tiempos… o Había una vez… constituyen ya una advertencia; por consiguiente, los elfos y los ogros no pueden inquietar a nadie.[2] El relato maravilloso —cuenta Vladimir Propp— trataba de divertir o atemorizar a los niños dándoles una lección de vida por medio de moralejas o rimas. Así, el lobo gris, la Bella Durmiente del bosque o Rumpelstiltskin son muestra de lo que debían aprender los infantes, y estos seres pueden tener su origen en entes totémicos, mitos normandos o bestiarios y guías de genios y demonios comarcales. Por eso, si seguimos la idea de Solotorevsky en torno a la paraliteratura, sería lógico pensar en la maravilla épica como un llamado constante a esos saberes primitivos y a estructuras tradicionales; o al menos a pequeños microtextos paraliterarios dentro de toda una novela épico-maravillosa. Roger Caillois en el estudio preliminar de su antología de cuentos fantásticos dice que los cuentos maravillosos, por más interesantes que resulten para los adultos, están dirigidos a un público ingenuo o infantil, pues ningún adulto razonable puede creer en las hadas o en los magos.[3] Es cuando volvemos al término de “maravilla épica”, pues las narrativas propuestas en estas sagas y novelas buscan fascinar al lector adulto, quien tratará de acceder al reino peligroso tolkieniano y cabalgar junto a sus héroes.

No son sólo Tolkien o R.R. Martin, sino Patrick Rothfuss con su Crónica del asesino de reyes, David Eddings y sus Crónicas de Belgarath, con su continuación de Crónicas de Mallorea, las tantas obras de Margaret Weis y Tracy Hickman, Mundodisco de Terry Pratchett, el prolífico R.A. Salvatore con sus libros para Reinos Olvidados y una infinidad de escritores muy destacados en los últimos 20 años del siglo xx. Todas estas obras tienen mundos mágicos que buscan desencadenar la imaginería del lector, brindarle la sorpresa, pero con un carácter acorde con lo llamado por Moorcock: “la espada y la hechicería”. Esto resulta ser un gran hueco en una posible catalogación, y es aquí donde sale a flote una característica única de estos ejemplares: su carácter épico, aquello que proviene también desde las tradiciones orales.[4]

Para la crítica contemporánea, la idea de lo épico parece sobresalir de entre lo demás. Tenemos una herencia de que la épica es la antigua narrativa, y por esto nos centraremos en la primera acepción del Diccionario de la Real Academia lo defina como: “Perteneciente o relativo a la epopeya o a la poesía heroica”. El adjetivo “épico” parece encajar a la perfección con la temática de nuestros autores. La épica como género literario data desde los griegos y sus amplias tradiciones rapsódicas de narrar aventuras. Quizá la primera historia narrativa de un viaje no fuera grecolatina; pero al menos ellos determinaron el cómo llamar a dicho género y tuvieron una presencia muy importante en la Historia —con mayúscula— para dejar claro el término.

Una subclase de la épica es el de la epopeya, la cual conviene ser mencionada sólo a vuelapluma pues es donde se forjan los héroes en la literatura, del mismo modo que son un ancestro de la novela como la conocemos ahora.[5] En estas historias se narran las hazañas de un héroe, el cual viajaba y trataba de servir a su pueblo y a sus dioses. Originalmente, fueron escritas en versos. Las más conocidas son Iliada y Odisea de Homero, en Medio Oriente existe la Epopeya de Gilgamesh, y en China Viaje al oeste. Esta intromisión es ilustrativa para comprender el tipo de odiseas —por usar una palabra alusiva— aparecidas dentro de la maravilla épica.

Resultaría aún más interesante cómo la épica dio pie al género medieval del cantar, como el Mio Cid, El cantar de los Nibelungos, o La canción de Roldán. Estos son ejemplos de la renovación de las epopeyas para revalorar a ese héroe elegido por los dioses representativo de todo un pueblo. La literatura épica tomó el mando para ser una nueva interpretación de lo que era correcto, adecuado. Todo esto sucede previo al cuento maravilloso. De hecho, nuestro objeto de estudio se ubica en contextos medievales porque así se concibe en el imaginario colectivo.[6] El relato épico —y por lo tanto el discurso desarrollado en la maravilla épica— nos muestra a un ser idílico, a un personaje quien, pese a sus problemas morales, enfrenta todas sus dificultades para convertirse en el modelo a seguir.

Lo caballeresco se repite constantemente en la paraliteratura épico-maravillosa. No sólo en sus castillos, las órdenes y códigos, o en sus niveles de desarrollo tecnológico e intelectual. El género de la maravilla épica es heredero de los juegos de rol creados con los arquetipos de las obras de 1932 mencionadas arriba. Encontramos cortes caballerescas como la de Rohan de El señor de los anillos, el dilema moral y las promesas de Añoranzas y pesares de Tad Williams, en Myst de Rand y Robyn Miller, la orden artúrica del Ciclo Pendragón de Stepehn R. Lawhead, o las tantas casas nobiliarias descritas por R. R. Martin en Canción de hielo y fuego. El personaje caballeresco recuerda el ideal moral de ese mundo maravilloso referente de lo justo; es un fantasma de esos cantares de gesta medievales, remembranzas de la juglaría, de lo que entendía la gente de calle como la historia del hombre perfecto, reflejo de los buenos modos y tocado por la mano de Dios, con sus intertextos de semidioses griegos latentes todavía en este discurso paraliterario.

Desde otro ángulo, para la defensa del término paraliterario de “maravilla épica” puede usarse la reflexión creada por Joseph Campbell en El héroe de las mil caras, donde reconstruye a la tradición griega y la va actualizando a nuestros mitos actuales. Campbell señala las tres partes de la aventura del héroe: la salida, la iniciación y el regreso. Esto es un proceso muy abierto y es retomado por Christopher Vogler en El viaje del escritor como los doce pasos que debe tener todo personaje de historias, o como lo argumenta Roger Caillois en El mito y el hombre. Es curiosa la relación entre lo dicho por estos autores con la versión del mitógrafo y el formalista ruso Vladimir Propp en Morfología del cuento, un estudio de las estructuras de los cuentos maravillosos, la novela de talle épico-maravilloso tiene estos elementos, pero cabría recalcar el sustantivo “novela”, para que no se trate este género paraliterario como el mismo cuento para niños o una creación simple, pues tiene bastantes personajes, conflictos entrelazados y demás características que ya otros han tratado de poner sobre la mesa para separar el cuento de la novela.

 

A modo de cierre: la amalgama de términos

Todo parece confluir coherentemente para dar pie a la novela de maravilla épica. Una última consideración con respecto a esto es la necesidad de crecimiento del protagonista —y por qué no de su lector—. En una gran parte de la maravilla épica existen varios protagonistas, a los que podríamos llamar “actantes” como lo nombró Mijail Bajtín. Algunos tienen destinado morir, pero en sí, todos terminan creciendo o madurando; misma idea plasmada en la Bildungsroman: novela de crecimiento o de aprendizaje. Se menciona la importancia de los personajes-actantes para comprender cómo el narrador de la maravilla épica le da el protagonismo necesario: son tiempo y palabra, son foco de la trama y algo primordial de la novela.

Cabría puntualizar —con mucho cuidado— la imposible inclusión de sagas como Harry Potter en la clasificación de maravilla épica. El término que estamos desarrollando no puede aplicar en algunos casos. Siendo completamente objetivos, a pesar de existir un nivel de aceptación del hecho mágico como Hogwarts; y de hallarnos un crecimiento, un viaje y un enfrentamiento de la moral. No se puede hablar de maravilla épica, podrían denominarse “fantasía”, teniendo cuidado en no confundir el mundo mágico de los cuentos de hadas adaptado a una aventura, con intertextos deconstruidos.[7]

Así, después de esta averiguación extensa debe recalcarse la posible definición de la novela de maravilla épica contemporánea como una narración en prosa desarrollada en un mundo con reglas distintas al del lector y donde la magia y lo sobrenatural es aceptado como algo normal; al mismo tiempo, el o los protagonistas cumplen un papel de viajantes en una confrontación moral llena de tareas difíciles y peripecias, generalmente para restaurar un orden roto en el tiempo del relato, cumpliéndolo al mismo tiempo que los protagonistas maduran o evolucionan.

Este largo desarrollo de la maravilla épica espera servir a la crítica literaria para explicar cómo se usa en diversas creaciones literarias —o paraliterarias— de nuestro tiempo, y cómo estos libros son recibidos por el público infantojuvenil y el académico. Conocemos obras citadas las cuales llegan a ser desconocidas para muchos, pero del mismo modo veamos este texto como una posible puerta al mundo de la maravilla épica, ese portal mágico se abre frente a nosotros cuando más lo necesitamos y nos lleva a la lectura de otros tantos libros y pergaminos excluidos del canon literario, pero que, por su originalidad o por temáticas, pueden apoyar a salir en busca del anhelo y magia.

El afán de esta definición no es el de crear nuevos géneros, sino nominalizar algo que está ahí y no se acepta por completo. En su carácter paraliterario, esta narrativa muestra lo más íntimo de una sociedad marginal y que luchó por ser publicada; es lo pasado, lo que se arraiga, pero también son nuevas maneras de contar anécdotas, de crecer como lector, en lo moral y en lo heroico. Hay muchos ejemplos de maravillas épicas atípicas que —podríamos decir— están más alejadas de lo paraliterario para aceptarse como parte de un canon, y otras sumamente marginales; pero esto abarcaría mucho más que este texto.

 

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Referencias

Beristáin, H. (2010). Diccionario de retórica y poética. México: Porrúa.

Bessiére, Iréne, (1974). Le récit fantastique. La poetique de l'incertain. Paris : Larousse Université. Citado en Alazraki, J. [et al.]. (2001). Teorías de lo fantástico. Madrid: Arco.

Caillois. R. (1967). Antología del cuento fantástico. Buenos Aires: Sudamericana.

Caillois, R. (1998). El mito y el hombre. México: Fondo de Cultura Económica.

Campbell, J. (2015). El héroe de las mil caras. Psicoanálisis del mito. México: Fondo de Cultura Económica.

Diccionario de la Real Academia Española. (2005). Madrid: Espasa.

Frazer, J. (2011). La rama dorada. Magia y religión. México: Fondo de Cultura Económica.

Huerta, E. (1969). Indagaciones épicas. La maravilla épica y su forma reveladora en la Ilíada y en el Poema del Cid. Valdivia: Universidad Austral de Chile.

Lecouteux, C. (1999). Demonios y genios comarcales en la Edad Media. Barcelona: Medievalia.

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Propp. V. (2008). Morfología del cuento. México: Colofón.

Saganogo, B. (2007). “Realidad y ficción: literatura y sociedad” en Estudios Sociales. 1(Julio 2007). Guadalajara, México: Universidad de Guadalajara.

Simpson, D. (2012). “Enanos en el castillo: Fantasía y realidad en los libros de caballería hispánicos” en Hélice (14).

Solotorevsky, M. (1988). Literatura-Paraliteratura: Puig, Borges, Donoso, Cortázar, Vargas Llosa. Gaitesbourgh: Hispanoamericana.

Honegger, T. (2010). “(Heroic) Fantasy and the Middle Ages – Strange Bedfellows or an Ideal Cast?” en Itinéraires. 3. [En línea], Recuperado de: http://journals.openedition.
org/itineraires/1817

Ostria González, M. (2001). “Literatura oral, oralidad ficticia”. En Estudios filológicos, (36), pp. 71-80. Recuperado el 21 de septiembre de 2021 de  https://dx.doi.org/10.4067/S0071-17132001003600005

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Tzvetan, T. (2005). Introducción a la literatura fantástica. México: Coyoacán.

Vogler, C. (2002). El viaje del escritor. Barcelona: Robinbook.

Ward, B. (Marzo de 2019). “What is Sword and Sorcery?” en Perilous Worlds. Recuperado el 20 de mayo de 2021 de https://perilousworlds.com/what-is-sword-and-sorcery/

 



[1] “Sword and sorcery is perhaps most simply described as fantasy adventure fiction with a supernatural element focused on the immediate or personal needs of the protagonist(s). It is a sub-form of heroic fantasy, which are stories that follow the exploits of champions in exotic, fictional locales. At its core is an adventure element, as these are first and foremost action stories in which the plot moves relentlessly forward, and challenges are confronted head-on. The supernatural ingredient, the «sorcery» half of the equation, is nearly always in opposition to the protagonist – though mystical aid or knowledge employed by the central character is not uncommon. Magic is usually depicted as rare, uncanny, and dangerous, whereas the protagonist’s cunning and competence are the primary virtues pitted against the esoteric and the strange” (Ward, 2019).

[2] Respecto a esto Irene Bessiére dice que “En el cuento de hadas, el «érase una vez» sitúa los elementos narradores fuera de toda actualidad y previene toda asimilación realista. El hada, el elfo, el duende del cuento de hadas se mueven en un mundo diferente del nuestro, paralelo al nuestro, lo que impide toda contaminación. Por el contrario, el fantasma, la «cosa innombrable», el aparecido, el acontecimiento anormal, insólito, imposible, lo incierto, en definitiva, irrumpen en el universo familiar, estructurado, ordenado, jerarquizado, donde, hasta el momento de la crisis fantástica, todo fallo, todo «deslizamiento» parecían imposibles e inadmisibles” (Bessiére, 2001: 10).

[3] Por su parte, Tzvetan Todorov en su Introducción a la literatura fantástica encuentras cuatro tipos distintos de relatos maravillosos:

1. Maravilloso hiperbólico: Una posible confusión del narrador por miedo o extrapolación.

2. Maravilloso exótico: No conoce la región donde se desarrolla todo; por eso no lo dudo.

3. Maravilloso instrumental: Aparecen gadgets irrealizables en la época pero posibles.

4. Maravilloso científico: Lo sobrenatural es explicado de manera racional, con lentes científicas desconocidas (2005: 47-48).

[4] “Desde el sistema letrado, en cambio, se ha tendido a mirar la oralidad como un estado precario necesario de superar, y a considerar que el progreso de esas formas primitivas de sociabilidad consiste, precisamente, en el tránsito de la oralidad a la escritura. En este contexto, la oralidad constituye un estado de déficit cognoscitivo y comunicativo que impide a las culturas tradicionales asegurar su supervivencia. Por esto mismo, la noción de literatura oral aparece signada negativamente, en tanto manifiesta la carencia de escritura en sociedades consideradas ágrafas” (Ostria González, 2001).

[5] “Las más antiguas epopeyas han sido concebidas de manera espontánea y se han conservado oralmente, siendo objeto de transformaciones de una generación a otra, de modos que se vuelve dudoso el autor del que nos ha llegado noticia.

Generalmente contienen una invocación a los dioses para obtener su auxilio en la empresa de construir la epopeya, un aviso acerca del asunto, y la narración en verso de la historia mezclada con descripciones de escenarios, personas y costumbres y con reproducciones de discursos oratorios. Las formas métrico/rítmicas han sido variadas, a través de tantos siglos y culturas.

Muchos teóricos han considerado que la epopeya es un antecedente de la novela. Tienen en común el hecho que dan cuenta de una historia, pero son más numerosas e importantes las diferencias entre ambos géneros” (Beristáin, 2010: 195-196).

[6] La trama de la mayoría de los libros caballerescos corre por el mismo hilo: la historia sucede en una época antigua y en un espacio ambiguo que permiten una plétora de sucesos fantásticos y milagrosos. El protagonista crece en un país ajeno al natal, y con un escudero fiel que muchas veces crece con él, éste prueba su valentía con diversas hazañas. Con la ayuda de una maga defensora él descubre su identidad, que es de noble linaje, y se lanza al mundo en busca de aventuras. A través de su historia aventurera se topa con castillos encantados, torneos con otros caballeros, episodios fantásticos con gigantes, serpientes, y hechiceros malos, siempre luchando a solas para reclamar la gloria por sí solo y para su dama / doncella que le obliga a exponerse a unas pruebas fantásticas complicadísimas, para un día casarse con él secretamente. Como ella también es de noble ascendencia, el héroe hereda una soberanía o un reino, y juntos tienen un hijo que a su vez supera las proezas de su padre, sometiéndose al mismo ciclo en una nueva leyenda caballeresca (Simpson, 2012: 38).

[7] El término de “maravilla épica” ha sido tratado de un modo distinto por el chileno Eleazar Huerta en su libro Indagaciones épicas. La maravilla épica y su forma reveladora en la Ilíada y en el Poema del Cid. Cabría decir el uso distinto que le está dando al término, aunque tiene una gran afinidad en cuanto a la idea final del discurso literario, sin embargo, él lo está analizando desde un punto de vista histórico. La épica y los elementos maravillosos en confluencia anacrónica, mientras que para este término, se estará hablando de lo actual, lo sincrónico.

sábado, 12 de agosto de 2023

La fábula del Teke-Teke

  

 

El tren se lo llevó entre sus faldas

 

CIUDAD DE MÉXICO. El pasado jueves 14 de agosto, un joven de 16 años se arrojó a las vías del metro de la estación Santuario. El incidente sucedió a las 14:32 cuando él y sus compañeros salían de la Escuela Preparatoria 2.

Cuentan los testigos del lugar que Joaquín Arana decidió quitarse la vida al no soportar la presión de sus compañeros por ser de los pocos que usan falda en su escuela. Aunque la ley permite el uniforme neutro, la sociedad todavía no aplaude este travestismo escolar y lo ven como un atentado contra los valores.

No es el único miembro de la comunidad LGBTI+ que se suicida, Joaquín es el caso 20 de este año, y si las normas no cambian, habrá muchos más […]

 

 

El periódico Alarma!! —así con doble admiración—, sacó la noticia de Joaquín, o Sayuri, como se llamaba a sí misma. Nada de orgullo quedó en esa nota, más porque no se sabe lo que realmente pasó, o lo que va a pasar. Todo comenzó en viernes, porque todas las cosas buenas suceden los Viernes de jotería. Sayuri había decidido salir esa noche con sus amigas, por eso debía vestirse bien perris.

Baile, arrimones, selfies, todo muy bien, hasta que encontró afuera del antro gay a algunos de sus compañeros. Ellos no pertenecían a la fauna regular del lugar, ni siquiera tenían pinta de homosexuales; pero estaban ahí los tres, mosntruotes como ellos solos, fumando y platicando mientras le lanzaban miradas acariciadoras a los chicos que iban entrando al lugar.

Al verlos, Sayuri se sintió maravillada de que la comunidad llegara más allá que Julio, su amiga de 4°C. Caminó segura de sí misma y, entaconada como iba, saludó a los chicos de la escuela. Las miradas nerviosas callaron toda la esquina. Uno de ellos, Marcos, se confabuló con los demás y tiró su cigarro al suelo. “¿Y tú qué?”, fue lo que se dijo. Sayuri sintió perder su rostro de maquillaje y evidenciar la fragilidad que tenía para sus adentros. “Mira, cabrón”, Marcos tomó del cuello a Sayuri, “Dices que nos viste aquí, y te partimos la madre… pu-ti-to”.

Como fue, pasó. Y desde ahí, los tres machitos empezaron a fatigar la existencia de Joaquín en la escuela y a aventar cerveza y bachichas de cigarro a Sayuri. Era una especie de tortura diurna y nocturna que agotaba bastante. Y como uno se imagina, los abusos no terminaron ahí. En la escuela, habían frases hirientes, que lo seguían hasta el metro, en los vagones, hasta que llegaba a su casa, donde de pronto empezaron a aparecer vidrios rotos y bolsas con excremento, y así se sentían Sayuri y Joaquín, una mierda. Comenzó a decaer; miraba su entrepierna en las noches y parecía que algo le sobraba, que algo estaba descolocado. Si hacían guasa de él era porque Joaquín no era Sayuri. Se preguntó si quisiera dejar de ser Joaquín de una buena vez.

El ayuntamiento permitió el uso de uniformes neutros. Falda y pantalón para quien quisiera usarlos sin importar su sexo.

Joaquín dejó que algo de la nocturna Sayuri viera el día. Historia larga corta: el único enfrentamiento —y el último— que se atrevió a tener Joaquín fue en estación Santuario —la misma de la noticia de arriba—. Hartos, Joaquín y Sayuri, se voltearon y de un solo golpe le reventaron la nariz a Marcos. La reacción del idiota aquél fue simple: un empujón que hizo terminar a Joaquín en las vías del metro antes de que este pasara y le partiera por mitad.

La historia tiene un final feliz: la muerte de Joaquín concuerda con la de Sayuri siendo arrollada por el tren.

Hay muchas coincidencias en la vida, porque cuando una mujer fallece así, su espíritu se transforma y se desfigura en un alma en pena que se arrastra por las noches, sólo su torso deambula al ras del piso. Sus manos empujan el cuerpo reanimado, buscando, rastreando a aquellos tres muchachos para hacer lo mismo, cortarlos por la mitad. Y sobre todo esta noche, un día después de su muerte, porque hoy es noche de viernes, y grandes cosas suceden los Viernes de jotería.

 

Creada con Midjourney


martes, 30 de mayo de 2023

25

A Imelda Quezada

 

El silencio se prolongó en el consultorio de la Dra. Márquez. El llanto había sido corto, pero Ifigenia se había largado a llorar por las dos: el peso de las almas llenó la habitación.

Ifigenia le contó a la psicóloga sus traumas, especialmente esa parte morbosa en la que una persona se siente débil y sin suficientes elementos para defenderse. Llevaba más de un año bajo la guía de la doctora Márquez, pero aun así seguía asistiendo porque sus problemas no se limitaban a un diario, una entrevista, a preguntar cómo había sido el parto de la madre, ponerse en los zapatos de la otra persona, ni a un ejercicio de constelaciones familiares. Ella necesitaba hablar de esa vez en que la volvieron a rechazar para un trabajo que realmente merecía, y por eso la conversación había transitado por esos terrenos: los otros trabajos, los otros rechazos y las fechas que tanto le gustaba recordar, sobre todo ahora que faltaban once días para el aniversario luctuoso de su padre.

—Un 25 de marzo de 1655 descubrieron a Titán... ¡1655! Eso fue hace casi diez de mis vidas, suponiendo, claro, que me hubiera muerto a los 25 años cuando nada de esto había pasado. Fíjese que ese 25 murió el viejo paradigma... se descubrió la luna más grande de Saturno... el acontecimiento más importante de la astronomía. Pero llegó Ganímedes... ¡Claro! Ganímedes lo descubrió Galileo, y un 7 de enero. ¡Ese fue su regalo del Día de Reyes! ¡Una bendita luna! ¿Pero no se da cuenta de lo que significa? Ganímedes, el mozo de copas del Olimpo, es más importante que Titán: los primigenios fueron olvidados a cambio de alguien que rellena el vino de Zeus. Es casi una historia de narcotráfico la que se cuenta aquí, doctora. ¡Sobre todo porque no me ha dejado explicar qué ocurre con el 25!

»Alfonsina Storni, Alejandra Pizarnik, Rocío Dúrcal, Ana María Matute, todas fallecieron un día 25. ¡Qué horrible número, ¿verdad?! Pero da personalidad: morir un 25 te da gallardía (bueno, excepto a mi padre). Seguramente Safo y la autora de El libro de cabecera también murieron un 25, aunque no sabemos siquiera cuándo nacieron. Ellas fallecieron con este número en sus entrañas; se les nota en su lírica. Sus metáforas gritan “25”. Lo sé. ¿Las ha leído? Es que toda buena mujer que se dedica al arte... al literario, al pictórico, incluso a la cocina o la estrategia, fallecen ese día. Bueno... Xavier Villaurrutia también murió un 25. ¡Pero peor!: un 25 de diciembre... No era mujer, pero Octavio Paz seguramente lo hubiera colocado en el mismo cajón. Él merecía morir un 31 de diciembre: un renuevo, un cambio de año... No como Charlotte Brontë, ella falleció un 31 de marzo... ¿qué simbolismo tiene esa fecha? De haberse esperado un año más, habría muerto en año bisiesto; pero no, murió en 1855, un año tan simple que inició un lunes: como buena británica. Seguramente ya sabía que moriría cuando su semana hábil empezó con el año. Por eso esperó hasta el día 90... ¿Imagina? Si esperaba un año más, moría en el nonagésimo primero. Eso nunca lo habría hecho una escritora como Brontë. ¿Usted ha leído Jane Eyre?... Tiene otra novela preciosa: Emma. Si yo tuviera una hija, le pondría ese nombre... aunque no quiero tenerla... a mi edad son embarazos de riesgo, y más porque no quiero que ella tenga que enfrentarse a mí o a mi forma de ser.

La terapeuta no supo cómo retomar la sesión. Para estas alturas, ella ya no sabía si debía seguir o no. Finalmente, el tiempo se estaba acabando y quedaban menos de 20 minutos. Con cinco bastaban y sobraban para dejarle una tarea satisfactoria para dialogar la siguiente quincena.

—Pero todo lo que me está diciendo no nos conduce a ningún lugar, le dijo la doctora a su paciente. Luego, le preguntó cuál era su problema.

Ifigenia se lamentó: se siente herida, herida como un cráneo al caer de un puente y estrellarse contra un Buick negro, como las emociones de una niña lastimada por una terrible polilla venenosa, como el azulejo del baño cuando un hombre violento te embiste para agredirte.

—Es que usted no ha tenido que sufrir lo que yo, doctora. Parecería que la estoy prejuzgando, pero estoy segura de que no. Yo me quiero morir, ¿sabe? Quiero acabar con este sufrimiento, un sufrimiento tan mío que solo yo lo tengo. Ni sor Juana en sus delirios. Juana de Arco apenas podría llegar a esa inspiración dolorosa que tengo: es casi el sufrimiento de Cassandra que vive con dolor. ¿Y sabe cómo sé que usted no lo ha experimentado? Porque la veo con esas sandalias, se pinta la uña del dedo mayor de color negro, es como en flecha para avanzar: no tiene que usar estos zapatos baratos que traigo. Mire cómo el vestido que lleva le da una frescura innata, mientras que yo debo cubrir mis brazos con este suéter que me molesta, hasta tiene un agujero. No soporto mostrar mis brazos y evidenciar que me he cortado, que me he quemado, que esos cigarros que fumaba en la preparatoria los apagaba con resentimiento en mis brazos y que ahora padezco las marcas que me dejé por tolerar a aquel idiota. Lo mismo con mi ex, que me obligó a casarme con él, pero yo sé que eso no tuvo solución real para él. Lo que pasó, pasó; y si no aceptaba mis condiciones era porque él no me quería.

—¿Sigues pensando mucho en el suicidio?

Diana, la secretaria interrumpe para informarle que le cancelaron su siguiente cita.

Ifigenia sonríe y pregunta si puede quedarse media hora extra.

—He practicado mucho mi discurso. —Giró para hablar con la terapeuta—. Puede cargarlo a mi tarjeta con el doble de tiempo.

El dinero fue un aliciente. La psicóloga asintió; así, la asistente cerró la puerta lentamente calculando en su mente el cobro.

—He estado practicando mi parlamento. Quiero hacer un monólogo: mi personaje es la causante de todo su sufrimiento. Pero no puede continuar... pues desde que empezó a dañar, a contratar, a llevar al límite a hombres y mujeres, se ha convertido en el verdugo de tantas personas.

—¿Algo de ese personaje provine de ti misma? Me pregunto qué tanto de ti aparece en él.

—¡Pues claro que sí! Es que, no sabe el coraje que me guardo: por eso se lo trasvaso a Filipa (así se llama mi personaje). Es le dice la sirvienta en “El huésped” de Amparo Dávila: “Estamos solas, pero con qué coraje”. Y luego matan a la criatura: la encierran en un cuarto y la dejan sin comer.

—Entonces, ¿deseas hacerle daño a alguien? Eso me preocupa mucho

—Nah… Sólo a mí misma: porque me odio. Porque ya no quiero hacerle daño a nadie más. Ya me he encargado de todos, de cada uno... he quemado, aniquilado, tirado por un puente.

»Soy yo quien ha sufrido, pero también quien se ha cobrado el daño que me han hecho. Tengo 25 años. Qué bonito número, ¿no? Tengo cuatro víctimas; pero si cada una valiera por 5…

Ifigenia sacó un arma, la misma que había asesinado a los otros cuatro.

—Eso era lo único que fallaba. La heredé de mi padre, él fue la primera víctima. Se suicidó con ella.

—¡Diana! —gritó a todo pulmón la terapeuta.

—Estoy segura que yo lo maté cuando chica. Él se suicidó con esta pistola y dejó cuatro balas. ¡Calibre 25!

»Eran siete espacios para las balas, pero ese número ya lo han tomado tantas personas. 25 minutos en que la persona muera desangrada. ¡25%! Eso no lo había pensado.

—¡Diana! —La desesperación de la doctora se desvaneció con los ojos inyectados en llanto que traía puestos Ifigenia ese día.

Sus años de estudio la hicieron callar pronto: Ifigenia no la iba a lastimar, ¿o sí?

Ifigenia rio mientras escuchaba los pasos de Diana subir las escaleras.

—Que nombre tan bello: “Diana”. Cinco letras y significa “objetivo”, como para dispararle a alguien.

El calendario de cubos del escritorio marcaba un jueves 14.

—Qué horrible es morir en un día tan simple: un 14, los odiados mueren este día: Marx y ¡nadie más!

La puerta se abrió de golpe y el disparo retumbó en toda la colonia.

La sangre manchó las sandalias de la psicoterapeuta.

14… 14 era el día en que Marx e Ifigenia habían muerto. Siete fueron los espacios de las balas, tendrían que dispararse dos veces para generar 14 víctimas. El número 14 era la libertad: compuesto por la independencia del 1 y la estabilidad del 4. ¡Y ahora que lo recordaba: Kurt Cobain había fallecido un 14 de abril también!

Diana gritó asustada por la muerta y todo se decoró de un sonoro blanco de olvido.


Imagen generada con Midjourney




domingo, 21 de mayo de 2023

La monstruosidad

La mirada de la ginecóloga puso a Alicia aún más nerviosa. No sólo estaba con la doctora Meggy por compromiso, sino que ahora resultaba tener algo más serio que simples cólicos.

—¿Algún problema?

—Pues… —La ginecóloga trató de interpretar el ultrasonido—. No te lo puedo asegurar ahorita, pero hay un cuerpo extraño que no me gusta. ¿Cómo dices que han sido tus dolores?

La manera en que le dio la vuelta a la situación perturbó a Alicia; sin embargo, la actitud de la señora Aranda fue más agresiva.

—Disculpe, doctora —la interrumpió—. ¿Eso significa que mi hija está embarazada?

Alicia esperaba esa reacción de su madre: siempre sobreprotectora, siempre velando por una falsa apariencia familiar.

—No podría afirmarlo. Más bien, me preocupa demasiado la imagenología: no sé, veo mucha carnosidad dura y eso ni es de un bebé ni de un tumor.

La doctora dudo qué decir o hacer.

—¿Qué hiciste, Alicia?; ¿con quién te metiste?

El aire del consultorio se hizo más pesado. La doctora Meggy recapacitó sus siguientes palabras para no comprometer a Alicia, a una madre castrante y mucho menos a ella misma. La mirada recriminatoria de la señora Aranda regresó a la doctora.

—¿Y entonces qué tiene mi niña? ¿Sí está embarazada?

No había una respuesta objetiva para esa pregunta. La doctora Meggy no sabía qué creía dentro de la paciente. Además, lo más anormal ahí no era la condición médica sino la penitencia a la que debía someterse Alicia. Según los registros médicos su paciente acababa de cumplir los 33 años hacía un par de días; tanta prohibición no debía ser sana. Aquello era casi ofensivo para una mujer creyente de los estatutos feministas del siglo xxi como era la ginecóloga. Ella había tratado con casos similares en muchachitas de secundaria, nunca de mujeres hechas y derechas qué a sus 30 siguieran ligadas por sus familias. Por fortuna, sabía qué hacer:

—Si me permite el atrevimiento, puedo solicitar el apoyo de un colega. Los resultados son a primera vista alarmantes, si me ayuda firmando una responsiva con mi asistente allá fuera, puedo mandarle el eco a un compañero que trabaja casos como estos.

Esa mentira había permitido a los padres irse de la sala y dejarles platicar a gusto durante algunos minutos.

—Lo que me faltaba. Además de todo, tu jueguito se va a llevar de corbata a nuestra economía. —Tomó su bolsa, se la apechugó y salió molesta del consultorio—. Voy a firmar los papeles. Nomás con que me salgas que andabas de pecadora, eh.

Cuando la señora Aranda se fue, la doctora cerró la puerta con seguro indicándole Alicia que era libre de hablar.

—Doctora, no puedo estar embarazada —fue la confesión de Alicia—. Pero además llevo más del año sin tener nada con nadie… —se interrumpió como si su madre pudiese oler ese pecado al otro lado de la puerta—. Tengo miedo.

—¿A qué edad empezaste tu vida sexual activa, Alicia? —Ante la duda de la paciente, la doctora tuvo que recordarle que iban contrarreloj—. Te recomiendo que digan las cosas sinceramente y sin rodeos. Tu madre no tarda en regresar.

—Pues eso fue hace mucho, doctora. Pero ahorita llegó mucho sin nada.

—No quieres que tu mamá se entere, ¿verdad?

—¡Ay, cómo cree! Ya la escuchó: seguramente me va a querer correr de la casa o algo peor.

—¿Crees que esto sea por algo en particular: alguna autoexploración algo que experimentaras?

Unos segundos de duda le indicaron a la doctora Meggy que le estaban ocultando algo.

—Pues… —Alicia tuvo que confesar—. ¿Cuentan los centauros?

La ginecóloga hizo para atrás su cabeza mientras un parpadeo compulsivo respondía por sí misma.

—Es que no sé si cuente realmente. Yo lo sentí, pero pensaba que eso era parte de un sueño.

—Pero… ¿Cómo que un centauro? Trata de ser directa, por favor. Tu madre va a regresar y necesito que me cuentes bien todo.

—Si. Hace dos meses tuve un sueño muy raro dónde llegaba un centauro a mi cuarto. Era muy guapo. Era un monstruo fuerte con el pecho desnudo. Apareció cuando ya tenía la puerta cerrada; yo estaba en la cama y él se subió al colchón con sus pezuñas. Me hizo las cosas más deliciosas que se le pueden ocurrir, doctora. Yo me desmayé a la mitad del acto. Le juro que no sé cómo, pero cuando me desperté vi estas marcas en mi cuello —Alicia bajó su camisa para mostrarle unos fuertes callos enmarcados en su cuello—. Era de dónde me apretaba para que no hiciera ruido. —De ser rastros de dedos, aquel ser había medido dos metros y medio de alto el tamaño que seguramente tendría un centauro.

—Lo que no entiendo es… —La doctora estaba a punto de decir algo para lo que nunca la habían preparado en la facultad de Medicina—. ¿Cómo tuviste sexo con un ser mitológico?

—No, doctora. Yo creí que era un sueño.

—Bueno podríamos descartar eso de entre las causas… —No estaba del todo segura—. ¿Habrá sido algo diferente? ¿No usaste algún juguete que estuvieras sucio?, ¿has tenido sexo en situaciones de poca higiene? A veces el hombre tiene la culpa: necesito toda la información posible.

Alicia negó con la cabeza.

—Quiero que trates de tomarte esto con seriedad. Necesito saber algo más tangible.

El pomo de la puerta intentó abrirse. La señora Aranda golpeó un par de veces.

—Alicia, sin toda la información, no puedo dictaminar lo que tienes. Puede ser un tumor, un quiste o algo desconocido. No podemos arriesgarte a un tratamiento que no te corresponde. ¡Ya voy! —la doctora miró por un par de segundos a Alicia.

—Doctora, le juro que le estoy diciendo la verdad. Yo creí que era un sueño eso del centauro. Estoy segura: lo soñé.

—Comprendo. —Abrió la puerta y permitió a la señora Aranda pasar al consultorio.

La plática terminó versando de otras cosas. Al final de cuentas, importaba poco si era o no un sueño. Le mandaría el ecosonograma al doctor Juan Chavolla para tener una segunda opinión.

 


El regreso a la casa fue en silencio. Alicia había pedido un Uber para llevarlas de regreso a casa.

Al llegar la situación explotó.

Por más que trató de explicarle a su madre de que podría tener un tumor o una malformación, la señora Aranda estaba segura de que se trataba de un embarazo producto de la monstruosidad de los actos cometidos por su hija. Para la madre, los cólicos y malestares de Alicia eran propios del vicio y el fornicio. Seguramente, la libertad que le había dado en los últimos años desencadenó un abuso de confianza en la muchacha. Recordaba claramente aquella “reunión de trabajo” de la cual regresó hasta las 12:36 de la madrugada.

—Ya te estrenaste, ¿verdad? —La señora fue directo al punto: como seguramente se había ido su hija con cualquier hombrezuelo.

—¡Mamá, no he hecho el amor con nadie…!

—Entonces lo que tienes seguramente es guardadito de hace tiempo. ¿Cuándo fue que te dio por pecar?

—¡No empieces, mamá! Sabes que tienes las de perder.

La señora Aranda la miró con ojos retadores. Alicia contestó furibunda.

—Cuando estaba niña, mi…

—¡Ya vas a empezar con tus mentiras! Ya de dije que Joaquín no te hizo nada.

—¿Y las sábanas llenas de sangre? Yo te dije que mi… —Aquello que creía en sus adentros le pateó con ira—… mi tío entró esa noche al cuarto y por más que te pedí ayuda… —Alicia sintió el llanto colársele por detrás de los ojos.

—Tu papá siempre confió en su hermano. Es imposible que hiciera algo así.

—Y ahora, ¡casi veinte años después, ¿te preocupas por mí?! —Otra patada en su vientre: si aquello era resultado de un centauro, le estaba brindando unas fuerzas sobrehumanas—. Cuando no debería ni importarte qué hago con mi vida ni con quién.

—Andas muy altanera. —La mujer retomó su pose de indignación favorita: la mano al pecho y los ojos bien abiertos—. Ya decía yo que darte permisos te iba a terminar afectando. Mira nada más: ¡La señorita cree que puede mandar a mi casa!

—¡Mamá, estás señorita tiene 33 años! ¡Me parece más ridículo que me estés culpando de hacer el amor con alguien en vez de preocuparte por el tumor que podría tener!

—Ay, no seas inocente, Alicia. —La mueca de desprecio le caló aún más—. La doctora bien dijo que no sabía si era un tumor.

—Pero tampoco es un embarazo. ¡No me vengas a echar la culpa de cosas que ni sabes!

Las voces fueron elevándose, volviéndose más complejas, llenas de odio. En todo el tiempo que llevaba al cuidado de su madre, Alicia jamás se había atrevido a contraponérsele.

—Te pasas, Alicia. Ni tu padre ni yo te educamos así. —La señora Aranda, de brazos cruzados en el umbral de la cocina, vio a su hija darle la espalda e irse al segundo piso—. ¡Qué te crees! ¡Te estoy hablando todavía!

Alicia azotó la puerta de su habitación. Ella decidió que la discusión ya se había acabado. Esa era la primera vez en que Alicia demostrada algo de valor en algo que no fueran redes sociales, foros y demás lugares donde no era ella.


 

Alicia fue la última paciente de la ginecóloga. Después de ello, la asistente de recepción se había despedido de la doctora deseándole un buen fin de semana.

Ahora, la Dra. Meggy estaba sola. Tenía tiempo para pensar: y eso había sido lo mejor, tras recibir el mensaje del Dr. Juan Chavolla, le costó mucho trabajo comprender qué pasaba.

 

Meggy

Te juro que no sé qué tiene adentro esa mujer pero si me pusiera muy imaginativo, pensaría que es una pezuña de toro. Tiene la forma y dureza pero no entiendo qué haría una persona con algo así en su matriz.

 

JC

 

La ginecóloga repasó puntualmente el correo electrónico. Ya había abierto la imagenología varias veces, pero tras revisar el correo, comenzó a ver lo mismo. ¿Qué hacía una pezuña de casi 10 cm abultada en las entrañas de Alicia?

Pensó en las insalubres prácticas sexuales de su paciente, pero el hecho ridículo de haberse masturbado con ese objeto y que acabara metiéndose en su matriz… Era increíble, y por más que repasara el informe y el ecosonograma le seguía pareciendo imposible.

—Un centauro…

La doctora repasó esas palabras y todo lo que podrían haber significado: un consolador, una posición sexual, un fetiche de internet, pornografía. En estos días todo era posible.

Se llevó los dedos al entrecejo y apretó sus ojos como si esa oscuridad le ayudara a ignorar ese caso tan difícil.

Con desgano, desenroscó la tapa de su termo que contenía el café de la mañana. Mientras gustaba el sabor añejo y frío de aquel brebaje, repasó la escena en su memoria: Alicia sentada en el sillón con sus ojos llenos de dudas hablando de un centauro.

Entonces notó la suciedad.

No se había dado a la tarea de desinfectar la silla ginecológica porque el Dr. Chavolla le había contestado pronto. Ahí, vio un puñado de pelambre blanco, justo en donde habría estado sentada Alicia.

Esos pelitos eran idénticos a cuando tuvo un gato. Recordaba lo difícil que era quitarlos de todas las superficies. Pero, que aparecieran ahí, en ese lugar específico le dieron una sensación extraña a la doctora Meggy. Pensó en el centauro, ¿cómo sería?

—¿Qué carajos está pasando con esa mujer?

Le dirigió otra mirada al café frío. Dedicarle más tiempo a pensar en esa situación era ridículo. Se puso de pie, tomó sus llaves y se dispuso a cerrar el consultorio.

 


En la noche, Alicia todavía tenía en su torrente el coraje de la discusión con su madre. Se dio cuenta de que la información que le había dado a la ginecóloga seguramente había sido vista de manera infantil, en sentido figurado o como una extraña jerga de internet.

Desde que el centauro había escurrido dentro de ella, supo que su vida no sería la misma. hacía unos siete meses que ese monstruo la había montado con furia y placer.

Esa misma noche, se repetiría aquello.

Alicia miró hacia la puerta: ahí estaba aquel ser de pecho desnudo, con su largo miembro escurriendo de placer por ella.

—En la cama no —dijo desesperada al pensar que el rechinido de la cabecera alertaría a su madre. Esto lo dijo sin saber siquiera si el centauro hablaba su idioma.

La bestia se arrojó hacia ella, rasgando la ropa y preparando a su víctima para concretar la corrida más intensa que jamás hubiera podido imaginarse Alicia.

La monstruosidad tomó del pelo a la mujer y le levantó las caderas. Entró de golpe con toda la brutalidad de un equino inexistente.

Y mientras la señora Aranda se preparaba un té en la cocina, justo sobre su cabeza, Alicia era tocada tan profundamente como ningún hombre jamás alcanzaría.

La manera en que la sometía le recordó aquella noche de agosto con una luna caliente que levantó en su tío Joaquín un deseo malsano de abusar de la pequeña Alicia. 11 años recién cumplidos y Alicia estaba debajo de un hombre gordo y con olor a cigarro que la movía de modo tal que sentía unas ganas desmedidas de ir al baño.

Pero esta vez era diferente. Se sostuvo de las pezuñas, acarició el segundo vientre que tendría el centauro, y pudo sentir —antes de desfallecer— la bestial arremetida del centauro.

El abdomen de Alicia se sentía a reventar: seguro creía que era la semilla del centauro, pero seguramente se trataba de aquella pezuña, la cual elongaba milímetro a milímetro.

Lo que la despertó, desfallecida en su cama, con el vestidito rasgado y moretones por dentro y fuera, fue una coz de un placer agonizante en toda ella.

 


Aquello que pasó con el centauro empezó a repetirse.

Por varios días, las violaciones fueron tantas que Alicia ya ni rechistaba. En sus ojos, un miedo cristalino brillaba en celo, pidiendo más y más de ese potro blanco, de su semental mitológico.

En las mañanas iba al trabajo; pero a la noche, él llegaba con su miembro cada vez más largo, más grueso y chorreante.

Día tras día, ella se tapaba la boca para no llorar un orgasmo (Tranquila, Alicia. Haz feliz a tu tío Joaquín). Gozosa, ya no se arrepentía de cómo esa monstruosidad la trataba como miseria. (Así, no digas nada). Sentirse usada por el potro la atormentaba de placer como si fuera la yegua potranca que nunca pudo ser a causa de su madre.

Alicia supo esconder sus cólicos diarios, las rozaduras de sus piernas. La lívido prendida cuando el camión rebotaba en un bache y ella sentía el dolor placentero romperle por dentro. Lo que no pudo disimular fue el abultamiento de su vientre: parecía una mujer con cuatro meses de espera.

Obviamente, su madre la acusó de todo menos de víctima. Si alguien había pecado, era ella. Eran sus modos, sus caminadas, la manera en que ella le hablaba a sus compañeros, cómo se vestía.

Alicia, se supo guardar las palabras aquellas. Al final, se había tenido que guardar aquel abuso; y ahora, guardaba dentro de ella las brutales embestidas de su amante nocturno.

Así que siguió apurándose en el trabajo: a cualquier oportunidad regresaba a su casa, subía las escaleras, se desnudaba por completo y se tiraba al piso levantando la cadera. Necesitaba la violencia de aquel ixiónida.

La madre limpiaba con esmero la habitación de su hija, pero no encontraba nada alarmante, ni cartas, ni lubricantes, pastillas, ni condones. Barría con cuidado, pero sólo sacaba el polvo y algunos de esos sedosos pelitos blancos: finos como los de los gatos; pero pecaminosos en extremo.

Alicia sabía que su madre estaba al tanto, por lo cual se tiraba al suelo, allá podría limpiar el semen, la sangre, su saliva. Ella estaba descubriéndose feliz.

 


Pasó entonces que un 6 de agosto, la noche más caliente de todo el temporal, ninguna pudo dormir.

La noche fue inquieta para todas: la señora Aranda rezaba para que el alma eterna de su hija viera la luz; la doctora Meggy pasaba y repasaba el ecosonograma y los correos de expertos ganaderos, de otros colegas: todos decían que aquello era una pezuña. Pero Alicia no se dignaba a volver a consulta porque las noches las tenía reservadas para su centauro. Para acabar, Alicia —casi adicta a la monstruosidad aquella— era embestida hasta la agonía.

Cuando Alicia caía rendida y el ixiónida desaparecía, ella soñaba con un pequeño caballo galopando en sus entrañas. Los golpes eran similares: el animal quería salir reventándole el estómago como amante nocturno la reventaba contra el piso. Creciente, como la luna, el potrillo se desarrollaba con gusto.

Esa noche, inquietante de calentura y de pensamientos, la señora Aranda llegó al último misterio del Vía Crucis cuando el grito de dolor de su hija la despertó del numen católico en el cual se había sumergido. Su instinto maternal borró de golpe su desaprobación. Era un viernes caliente, y antes de que la recepcionista de la ginecóloga se fuera, recibió la llamada urgente de que Alicia estaba en labor de parto y no podían moverla siquiera de la cama. Su estómago arrempujaba hacia todos lados como si una bestia quisiera emerger de ella.

 

Doce minutos: el consultorio estaba cerca.

Aquel dolor atípico de Alicia le destruía por dentro. La Dra. Meggy observaba con horror aquella panza enorme.

Para Alicia fue como cuando descubrió que su tío no le estaba haciendo nada bueno. El orgasmo de la bestia se había convertido en un desgarro de sus entrañas. Los chorros de placer se habían tornado un amnío sangrante.

Los gritos rompían tímpanos y fuentes. Las tres mujeres en la habitación sintieron que algo extraño se aproximaba. Algo trotaba hacia fuera de Alicia.

 


En 20 minutos, las contracciones eran insufribles. La madre ya tenía toallas y agua hirviendo. La ginecóloga estaba lista para recibir a esa criatura.

El estómago de Alicia parecía golpeado con la fuerza de un percherón mortal tratando de romperle la panza a su madre en vez de salir por lo que su padre había denigrado tantas veces a la pobre mujer.

Gritos, dolor, sudor… de todo le ocurría a la pobre Alicia y, con espuma en la boca, agonizaba por ese ser tan otro que pedía cabalgar por el mundo. Eso no era lo que se había imaginado; era como cuando su tío le había mentido diciéndole que no le iba a doler.

La señora Aranda no sabía siquiera dónde ponerse, acataba todas las indicaciones que le daba la doctora. Sabía que algo estaba mal en ese pecado parturiento y en aquel niño sin padre.  En cuanto el bebé saliera de las entrañas de su madre, la correría de la casa; pero ahora debía ayudar a su hija, quisiera o no, la quisiera o no. Bajó pronto a poner más agua a hervir.

Alicia dio un manotazo en el colchón. Fue el único indicio de que el parto empezaba.

La doctora Meggy quedó atónita al ver un pelambre blanco y salvaje.

Casi de forma de forma instintiva Alicia apuró las contracciones. La invadió un instinto atípico: estaba segura de que así debía hacerle, de que era su manera de aventajar aquel dolor insoportable.

Entonces salió: la expulso rápidamente como si ni siquiera su cuerpo la quisiera dentro.

Alicia gritó despavorida sintiendo las mismas mordidas paradisíacas del centauro en su cuello, pero esta vez a modo de desgarre: lo que salía no era más que una quijada desmembrada con un pelambre blanco.

La doctora Meggy no pudo creer lo que estaba enfrente a ella: embebido de placenta sangre y sangre viscosa, estaba una quijada.

El burbujeante abdomen de Alicia continuaba moviéndose. Era la peor pesadilla de cualquier madre: sentir las manos abriéndose paso entre el ombligo, pero en vez de dedos, eran las afiladas pezuñas de un monstruo horrible.

En el piso de abajo, la señora Aranda oraba por su hija y su alma eterna mientras esperaba que la tetera eléctrica. Ahí, cerca de la cafeterita y de las cosas del café estaba la foto de su difunto esposo abrazado de su hermano.

 

Lo que salió después, fue una pezuña, quizá la que había visto la doctora; pero ésta venía más larga, casi con la pierna de un potrillo. De no haber sido de estómago fuerte, la doctora habría vomitado ahí mismo, pero un miedo ominoso le cerró el estómago y el pensamiento. Debía seguir en la labor de parto.

Alicia sintió esa violación inversa: lo que había entrado ahora salía de forma imposible y cercenada.

Salió otra pezuña, ésta más corta.

Una más.

Siguió un costillar a medio podrirse.

Pedazos de vísceras.

Aquello parecía un vómito de vida: pedazos decrépitos que al unirse podrían conjuntar a una monstruosidad imposible.

El clic del hervidor a le indicó a la señora Aranda que podía subir a toda prisa tratando de no caerse ni de quemarse.

En los cuartos, una confundida doctora sacaba de aquel vientre un adefesio fantástico y morboso.

Alicia sangraba, profusamente sangraba.

Salió la última pierna del potrillo: era más larga que todas y había servido como un tapón para el resto del animal: la cola, el cuerpo, vísceras, un resto de cabeza.

A estas alturas, no era posible saber si la sangre provenía de esos retazos equinos o de la mujer que expulsaba a un no-vivo.

La señora Aranda entró para dejar caer la tetera hirviente al piso. Poco le importó quemarse los tobillos o dañar la alfombra del pasillo. Tanta putrefacción junta la llevó a la locura… ¡era el demonio! Quiso gritarle de qué se iba a morir, darle una perorata cristiana de las negativas del sexo, reclamar la posible zoofilia o las prácticas horripilantes que había tenido al meterse tanto caballo dentro.

La doctora Meggy vio salir el último pedazo de animal… un ojo desajustado de haber estado unido a un cuerpo habría visto la vida.

Alicia sintió un descanso total, como si acabara de vaciarse de todos sus problemas y el único que quedaba era su madre de pie en el umbral de la habitación mirando el reguero de centauro manchando pisos y sábanas.

Pudo haber sido un reclamo en el momento más indicado: la señora Aranda gritando improperios y maldiciendo a la pecaminosa de su hija; pero se le antepuso la mirada de sorpresa de la ginecología. Tras la señora estaba el centauro que derribó a la mujer con una patada la cual le fracturó la espalda, matándola al instante.

Esa monstruosidad avanzó hundiendo sus terribles patas en el cadáver de la mujer.

Su hijo, el ser que procuró irle creciendo a Alicia con cada noche, estaba incompleto y destruido. De un lado a otro la habitación había miembros inertes: tripas putrefactas y huesos encarnados exhibiendo todavía el pelambre blanco de su padre.

El intento del ixiónida por perpetuar su corrupta estirpe había fracasado nuevamente. Pero ahora, la monstruosidad tenía dos víctimas encerradas ahí.

Alicia sonrió estirando la mano queriendo tocar ese pelambre blanco, pero sintiéndose rechazada cuando vio cómo el potro sujetaba las ropas de la ginecóloga arrancándolas de un solo movimiento.

 


Imagen generada por Midjourney