martes, 13 de mayo de 2014

La épica antigua: El poema de mio Cid

Mis gésticos lectores. Por ocasión especial, haré regreso a una tradición aún más antigua que el Quijote, y de origen español.  Una obra amada por muchos y odiada por cientos de estudiantes de preparatoria: el Poema de mio Cid, historia anónima del siglo xiii que se cantaba por todo el territorio Ibérico.
No me considero un experto de los cantares de Gesta medievales, me considero a mí mismo un aficionado de las anécdotas épicas manejadas en los mismos. Por eso en cuestiones de contexto y lo demás, conozco lo suficiente como para decir que, si esta obra llegó a nuestros días, tiene algo más que el espíritu patriótico que posee todo héroe medieval. La obra es más que la exaltación de la España en forja y un discurso antisemitista. Es una obra compleja que nos lleva a conocer el mismo contexto de honor y deshonor de todo caballero al servicio del rey, pues, el Cid, a pesar de haber sido desterrado por ciertos hechos narrados en las primeras estrofas, sigue conquistando zonas para su rey; él, al ver esto, lo acepta una vez más. Las hijas del Cid son pedidas en matrimonio por los cobardes infantes de Carrión, quienes las deshonran y las abandonan en el camino. El Cid pide que se recupere el honor de sus hijas, luego de esto ellas son pedidas de nuevo, esta vez por dos infantes de mejor cuna. Pero lo que de verdad llama la atención son las escenas bélicas, elemento que no puede faltar en todo cantar.
Como contexto, los cantares de Gesta surgen para enaltecer a una nación, como ya se mencionó, y el héroe tiene momentos de batallas épicas, situaciones en ocasiones maravillosas, para poner en alto todas las virtudes y cualidades preciosistas de un pueblo. Generalmente escritos en verso y con una extensión más o menos significativa, los cantares recorrieron casi toda Europa, teniendo a Roldán en Francia, el de Ígor en Rusia, los Nibelungos —otro de mis favoritos— en Alemania y en Inglaterra está el famoso Cantar de  Beowulf. Hay otros similares, como el Mabinogion o el Libro de la vaca parda. Pero entran más en mitofundaciones.
Volviendo al quid, el Cid es una obra que derrocha sangre durante sus batallas. Obviamente tiene que culpar a los moros —enemigos acérrimos de España— y son ellos a quienes debe vencer, pero el Cid, con Tizona y Colada, espadas que porta en cada mano (derecha e izquierda respectivamente), desenfunda en ardorosa campaña y degüella por doquier a sus enemigos. “Al vna dizen Colada e al otra Tizon / Cortandos las cabeças, martires seremos nos / Moros e christianos de partiran desta razon / Que por lo que nos mereçemos no lo prendemos nos”. Aunque este texto venga en el castellano antiguo, se nota el ritmo y lo comprendemos —si bien con un poco de esfuerzo— en su mensaje final.

¿Por qué es importante este libro? Se preguntarán, mis gésticos lectores. Porque este poema —junto con los ya mencionados— dio paso a los libros de caballería en toda Europa. Sin ellos, no habría perdido la razón el buen Alonso Quijano, y de ahí, nuestra hermosa ciudad de Guanajuato no sería Cuna de nada. La tradición que remonta al pasado siempre crea el cuestionamiento de si en realidad sabemos de dónde viene el libro que creemos conocer.



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